Importa poco cuándo leas este artículo. Si tienes una cierta edad (la edad de la edad incierta) te has perdido algo. La mayoría de buenos propósitos para el acechante año (ahora muy reales), serán tan falsos como confeti pisoteado tras una fiesta…
Oh, suena mal, cierto, pero tampoco es cuestión de deprimirse por no alcanzar el listón de la autoestima festiva. Ya sabes: un tipo de euforia impuesta por la sociedad y nutrida de abrazos estacionales y orgías gastronómicas.
En un estado alterado de las cosas (Navidad), difícilmente se puede planificar el futuro. Deseamos ponernos a dieta tras hinchar la barriga por un atracón de gambas. Nos acordamos de aquella oferta del gimnasio cuando el resuello se escapa escaleras arriba. Prometemos emprender nuevas y tórridas aventuras, hipnotizados por el enésimo anuncio de colonia. Perjuramos al dios más tirano ‒nuestro propio ego‒ ser mejores personas, padres, hijos, espíritus santos, milfs y filfs.
Y por ello, soñamos con sobrevivir a crossfits, maratones y descensos de barrancos. Nos planteamos depilar aquello que quede por rasurar, si es que aún conservamos las cejas. Hacemos planes para ser personas muchenteañeras de disimuladas canas, con trincheras de arrugas perdidas en la batalla del ácido hialurónico.
Y todo, todo este sacrificio de propósitos para perder el premio que nos brinda la mayoría de edad al cubo: hacer lo que nos da la real gana (la Real Gana debería ser la única monarquía válida).
Ser adulto, no te olvides, es romper la tiranía juvenil de la perfección incondicional. Ser adulto es lucir símbolos de buena y divertida vida: lorza, tripita, simpáticas arrugas en los ojos y zapatillas horripilantes, pero cómodas. Ser adulto es saber diferenciar entre belleza y juventud, frescura e inconsciencia, sabiduría y Google. Ser adulto es dejar de opositar al oficioso título de adolescente. Ya fuimos adolescentes… y fue más traumático que divertido.
Somos adultos, gracias al tiempo, y si algo nos hemos ganado es el derecho a ser un agradable cúmulo de despropósitos. El año que viene, por tanto, te recomendamos vivir bajo el yugo de la lista más saludable y corta, aquello que dicta la experiencia:
ESTE AÑO (Y LOS SUCESIVOS):
1 – HAREMOS LO QUE NOS APETEZCA, SIN PRETENDER SER LO QUE NO SOMOS… Y SI NUESTRAS DECISIONES NOS HACEN FELICES EN CONJUNTO.
2 – EN CASO DE DUDA, REGRESAREMOS A LA PRIMERA OPCIÓN.
Feliz(ces) año(s) nuevo(s)
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Me encanta este post. Sólo un propósito y fácil de recordar.
Como siempre, es un placer leerte, Valen. Lástima que no te dejes ver con más frecuencia por el grupo de TP. Ahora ya tenemos otro lugar al que acudir cuando queramos leer algo bueno de verdad.Un abrazo muy fuerte para ti y para toda tu familia. Y un Feliz y Próspero 2018.