A todas las personas nos gusta sentir nuestro cuerpo protegido, cuidado. La gran cantidad de textiles sintéticos aparecidos en el último cuarto del sigo XX dominaron la ropa de cama de medio mundo, hasta que para mucha gente el «back to basics» fue una necesidad.
En las décadas de los 70 y 80 los tejidos sintéticos (Licra, nilón, poliéster) irrumpieron con fuerza. Contaban con dos claras ventajas sobre las materias naturales: La primera, para el usuario. Los tejidos apenas necesitaban plancha y las polillas no se los comían (salvo algunas bacterias muy selectivas… en el mundo animal no suelen comer petróleo). La segunda ventaja era para el fabricante. Los tejidos de polímeros derivados del petróleo son baratos y fáciles de producir. Aún en la actualidad la producción mundial de poliéster casi duplica a la del algodón.
Posteriormente, se multiplicaron los casos de personas con pieles atópicas (excesivamente secas, con picor e irritación) y de enfermedades antes no catalogadas, como la fibromialgia. Para todos ellos los tejidos naturales eran (y son) son una necesidad absoluta.
Las desventajas de los tejidos no naturales las hemos experimentado de diferentes modos, y muy personales. Hay personas que los toleran bastante bien, mientras otras los rechazan por sus inconvenientes: mala transpiración y olor corporal (esa desagradable de estar envuelta en plástico), carga estática (malestar y «chispazos», al tocar según qué superficies) y muy poca resistencia al calor.
Lo sintético parecía relegado a un segundo plano, por lógica y comodidad, hasta que revivió de la mano de la salud «pública», la sonrisa de cara al exterior. La moda puede ser más convincente que cualquier sensación real. Llegó el fitness, el running, el gym… y con cada anglicismo «nuevos» tejidos usados mayoritariamente para el culto al cuerpo.
Los fabricantes, principales defensores del poliéster, afirman que mantiene los músculos más calientes y «protegidos», aunque salvo en deportes de alta competición la realidad de su aceptación popular es más banal y estética: a pesar de su pésima transpirabilidad e incomodidad disimula las manchas de sudor y queda bien ajustado. Son ceñidas fajas selectivas diseñadas para modelar el cuerpo (¿y quién tiene el valor para reconocerlo?).
En la era del selfie el poliéster intenta reinar, pero aún somos muchos los que creemos que lo natural es ser… natural.